Aislamiento

Del periodo independiente al humanismo itinerante

Ésta no es una etapa homogénea, sino casi siglo y medio de tanteos culturales de escaso aliento, que no logran constituir un movimiento cultural integrado. No hay obras literarias mayores, ni autores señeros, pero destacan trabajos específicos por su interés documental, artístico y sociológico.

El quehacer literario bajacaliforniano, aunque se ocupa de asuntos de la región, no logra crear una tradición, ni propuestas fundacionales, ni de un grado sobresaliente de originalidad o valor estético. En general, siguen patrones artísticos e ideológicos de la literatura producida desde el canon de la capital del país: modernismo, postmodernismo, vanguardismo, anarquismo, agrarismo socialista, realismo social, nacionalismo oficialista, etc.

El primer periodo, nombrado por Cortés Bagarlló como Tierra de nadie, va desde las guerras de independencia hasta el fin del siglo XIX. Se caracterizó por el abandono de los centros poblacionales y misionales. La emigración a otras regiones se debió principalmente a los conflictos con las autoridades políticas religiosas, civiles y militares durante la lucha de Independencia (1810-1821), los movimientos separatistas, la guerra con Estados Unidos (1846-1848), las interminables luchas entre gobiernos liberales y conservadores durante la primera mitad del siglo XIX, la secularización de bienes eclesiásticos a partir de las Leyes de Reforma juaristas, la Intervención Francesa y el Segundo Imperio Mexicano (1864-67). Todos fueron periodos de grave inestabilidad política y social que, como afirma Cortés Bargalló, «pondrían a toda la península en un colapso económico y demográfico» (Piedra, 35).

A partir de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo (2 de febrero de 1848), se instala la Subprefectura del Partido Norte en la actual Tijuana. Las siguientes tres décadas fueron de enfrentamientos entre bandos políticos, intereses de particulares y aún extranjeros. Por ejemplo, entre 1853 y 1854, William Walker intentó formar una República de Baja California (más tarde, República de Sonora), donde incluyó a los dos estados que después se anexarían a Estados Unidos, como había sucedido con la República de Texas.

Durante este lapso de tiempo no hubo producción literaria escrita en la península. Tan solo se conocen algunas leyendas orales de las que da testimonio José María Esteva e Ignacio Ramírez, literatos destacados de la República Restaurada. Las leyendas giraron en torno a los misioneros, aventureros, filibusteros y bandidos redentores, como Joaquín Murrieta o Juan Colorado.

Estas narraciones lírico-novelescas se ajustaron en todo a la sensibilidad del movimiento romántico. Se promovió la exaltación del individuo marginal frente a las estructuras de poder, por la búsqueda y defensa de una nacionalidad popular, el tono exaltadamente emotivo y la incorporación del habla popular (ver rasgos del romanticismo). Además, hubo una gran identificación con los valores rurales, con la naturaleza agreste, solitaria e incontaminada por el materialismo urbano y burgués

Género literario: Además de las baladas y las leyendas populares, predomina la crónica escrita por aventureros, como en los escritos de James H. Bull (1843-4), el ballenero Charles Melville Scarrimon, Maekawa Bunzo, Sakai Jurizo y la crónica narrativa del náufrago japonés Hatsutaro.

Segunda etapa: la repoblación

La fundación de Ensenada fue una consecuencia de la búsqueda de un puerto para la transportación de los productos mineros de Sonora desde el Pacífico. También se buscaron nuevas vetas de oro y plata, como los filones de oro descubiertos en esta etapa en Alamo y Real del Castillo (Sonora). Muchos exploradores, marineros, viajeros y periodistas fueron atraídos a la zona tras estos hallazgos.

Géneros literarios: poesía, crónica, reportajes y editoriales, recogidos en periódicos ensenadenses (ver El progresista, periódico de Ensenada; 1903-1904)

Periodistas: Pedro Rendón, Juan B. Uribe (poeta premodernista) y Pedro N. Ulloa (positivista científico, antipoeta).

Temas: Hay una discusión entre la valoración del intimismo lírico y la función social de la literatura. En el segundo caso, las letras estaban al servicio de la evolución social y eran relatoras del cambio (ver texto sobre periodismo bajacaliforniano publicado por Gabriel Trujillo, La canción del progreso. Vida y milagros del periodismo bajacaliforniano; 2000)

Tercera etapa: periodo postrevolucionario

Dominada por los sucesos de 1911, reflejó la alianza entre magonistas y filibusteros estadounidenses por la península como república libre dentro de los gobiernos de Esteban Cantú y Abelardo L. Rodríguez.

Temas: la preocupación obsesiva fue la búsqueda de modelos de identidad a partir de los imaginarios traídos por los inmigrantes de diferentes regiones del país y el nacionalismo oficialista impuesto desde el centro. Desde la capital, Mexicali, la escritura se concentró en los diarios publicados en inglés, al igual que estaba ocurriendo en Ensenada.

Gabriel Trujillo Muñoz y Luis Cortés Bargalló caracterizaron este espacio revolucionario y postrevolucionario como un momento de aislamiento de la vida cultural nacional que proponía nuevos rumbos de nacionalismos y expresiones artísticas. Desde el socialismo de estado, el movimiento muralista, el vasconcelismo y el vanguardismo (estridentismo, posmodernismo López Velarde, regionalismo, realismo social, narrativa de la Revolución y cristera, indigenismo, etc.).

Estilo: No hay homogeneidad estilística, ni tampoco predomina el interés por el rigor artístico. El énfasis se puso en las propuestas políticas o ideológicas.

Autores: Los poetas y periodistas Facundo Bernal (1883-1962) y su hermano Francisco Bernal (1896-1978). Sus poemas tienen un gran interés por testimoniar su estancia en Mexicali y en Los Ángeles. Pueden considerarse antecedentes de la literatura chicana, tanto por contener los temas fundamentales de esa identidad, así como la nueva expresión lingüística. Es extraordinario el sentido humorístico irrespetuoso y carnavalizador, pero profundamente crítico. Sus textos aparecieron en el periódico Nuevo Mundo y otros como El Mercurio, Minerva, El Regional, Muralla o El Tecolote.

Pedro F. Pérez y Ramírez (Guajuato), periodista. Primer cronista mexicalense e historiador regional. En su poesía Canto a Mexicali (1931) aparecen los rasgos del estridentismo de Arqueles Vela y Manuel Maples Arce. Aunque su estética es inconstante en otros textos, Cortés Bargalló sostiene que Pedro Pérez y Ramírez es el creador del perfil denigratorio de la Frontera Norte: «justo el año de la derogación de la “ley seca” norteamericana, inaugura en la literatura la llamada “leyenda negra” de Tijuana, misma que vendría a consolidarse con mayor o menor fortuna en las plumas de José Revueltas, Rubén Vizcaíno, Raymond Chandier, Miguel Méndez, Manuel Puig, Ovid Demaris y Ricardo Garibay, entre otros» (Piedra, 47).

Humberto Félix Berumen y Leobardo Saravia editaron la novela Tijuana Inn de Hernán de la Roca, escrita entre San Diego, California y México, D.F. (1931) y publicada por Ediciones de Cultura (1932). Luis Cortés Bargalló califica esta novela con las siguientes palabras: «[a] pesar de su buena factura, la novela se circunscribe en el marco de una historia moralista, inverosímil y, por sintetizar, ñoña y acartonada» (Piedra, 47).

Impacto: La poesía de los Underground o también conocidos como los novísimos, poetas representados por Heriberto Yépez, han revitalizado las propuestas estéticas y políticas del estridentismo mexicano y especialmente el bajacaliforniano, uniéndolo a la poesía norteamericana proletaria, de contracultura y el reciente realismo sucio. Al igual que en la obra de Pérez y Ramírez, este grupo de jóvenes explora esa oscura fisonomía de la frontera. A partir de 1940, la gran magnitud de los hechos históricos del momento superaron las posibilidades de crear condiciones para la creatividad literaria y artística, según lo advierte Cortés Bargalló:

«Baja California Norte vivía entonces profundos cambios sociales, políticos y económicos: la derogación de la Ley Volstead; el desmoronamiento que el gobierno populista de Lázaro Cárdenas hiciera del latifundio agrícola de la Colorado River Land Company; la construcción del ferrocarril Sonora-Baja California y el inminente advenimiento de la segunda guerra mundial. Estos eventos no sólo se apoderaban de la atención del habitante común y corriente o de aquel que por el hecho de medrar en los residuos de esta sociedad padecía de las consecuencias. Los acontecimientos llegaron a sobreponerse a la reflexión y a la producción artística» (Piedra, 48).

La situación de esterilidad intelectual se transformó con la llegada de 25 refugiados republicanos españoles. Los recién llegados sentaron las bases académicas y culturales para el movimiento bajacaliforniano conocido como los «humanistas trashumantes», del cual son discípulos directos o indirectos los miembros de las generaciones de la Californidad y de los Siete poetas jóvenes.